Madrugada de hielo

Vuelvo a mirar el reloj. Cinco y media de la mañana. El frio agarrota los músculos de mis piernas.Observo el cielo. Puedo divisar algunos astros entre ligeras nubes que el aire barre rápidamente, como si tuviera prisa por despejarme el escenario. Apenas he dormido aunque llevo más de nueve horas dentro del saco. Ha estado nevando y la condensación lo ha humedecido. Un sueño fatigoso y constantemente interrumpido por pensamientos que ahora no recuerdo.

 Contemplando las estrellas. La más cercana a cuatro años luz. Alfa Centauri. En realidad son tres. Dicen que tardaríamos más de 4.000 años en viajar hasta allí. Demasiado grande la mochila.

El insistente frío empieza a ser ya impertinente. Tengo que salir. Abro la cremallera y el gélido aliento del aire me golpea el rostro. La luna me permite contemplar el nevado paisaje. Solo el susurro de la brisa perturba el silencio. Estoy solo. Posiblemente no halla nadie en kilómetros. ¿No era ese aislamiento lo que deseabas?

Arriba las cumbres imperturbables me examinan. Saco una mano y miro el termómetro -14 º grados. Estoy cansado y apático. Derrotado antes de empezar. Salgo a la intemperie, desvaneciéndose el calor que mi cuerpo, ahora desprotegido, había acumulado en el saco. Cojo las botas. Están heladas y apenas puedo calzármelas. ¿Porque no las metiste contigo dentro? Busco el hornillo para hacer café, apenas queda gas y las bajas temperaturas impiden que pueda encenderlo. Saco mi navaja, para cortar jamón. Esta congelado al igual que el queso. Al igual que todo en este inhóspito lugar. Apenas puedo tragar algo. Bebo un poco de agua con hielo.

-.¿como era esa canción de Barricada ?
-¿Te preguntarás que coño hago aquí::::?

Recojo y hago la mochila. Un trabajo penoso que realizo con mis torpes manos enguantadas .Tardo más de un hora. El viento con diligencia regresa para continuar su labor de desplegar las rezagadas nubes, que indolentes acabaran por retirarse. La primera irradiación asoma tiñendo las blancas cimas de un tenue color rosado. Como una armoniosa sinfonía los elementos van ocupando su sitio en el paisaje nevado. Instalado en una roca me dispongo a asistir como único espectador a la función. La luz va acariciando tímidamente la montaña como si temiera despertarla hasta que gradualmente va aumentando su intensidad. Las cumbres empiezan a arder como un hierro incandescente. El cielo adquiere un azul mate y las altas nubes, aquellas que el viento todavía no ha guiado hacia el oeste , atravesadas por los rayos luminosos del Sol , dibujan caprichosas formas de un profundo color granate. La escena es extraordinaria. El tiempo se ha detenido. Mi mirada hipnotizada no puede desviarse. De repente siento que mi cuerpo empieza despacio a recuperar el calor.

Inicio la marcha. Es posible que hoy tenga un buen dia.